DESARROLLO IDEA DE EMPRENDIMIENTO TIC

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EFECTIVO BLANCO

El sistema financiero internacional ha sido respaldado durante toda su historia por el dinero en efectivo. El uso de la moneda sustituyó al trueque y constituyó la base de la economía que conocemos en la actualidad. Pese a que a día de hoy sería inconcebible imaginar un mundo sin moneda, muchos son los países que ya están relegando al efectivo a un segundo plano con la creciente llegada de los pagos digitales y tarjetas de crédito modernas. En lugares como Noruega, apenas un 3% del capital que circula anualmente lo hace en forma de efectivo. Sin duda, todo apunta a que de aquí a unas décadas el uso de efectivo habrá pasado a la historia; y solo nos quedará pagar con pequeñas transacciones en forma de transferencias, pagos online, dinero digital o ‘Bizum’. Así lo prevén artículos de prensa como el publicado en el periódico ‘La Razón’ o ‘El Confidencial’ estos últimos años. 

La desaparición vaticinada del dinero en efectivo consolidaría el monopolio de la banca, que tendría el control absoluto de todos los movimientos de dinero; en todo momento y todo lugar. Sin efectivo, las personas verían todos sus pagos y transacciones reflejados en recibos llenos de datos. Los ordenadores y el sistema podrían controlar el movimiento de cada céntimo en circulación; el flujo de dinero ya no rondaría de mano en mano, sino de cuenta en cuenta. Este cambio aparentemente previsible para todos no contempla la posibilidad de efectuar pagos ‘en negro’ y supondría el final de la economía sumergida. Adiós al hecho de poder pagar clases particulares de matemáticas a profesores a domicilio, a cambiar la rueda del coche en el mecánico sin factura o a contratar a una asistente de limpieza para casa por horas. Todas estas actividades y otras acciones corrientes que llenan nuestro día a día en las que ‘sin darnos cuenta’ dejamos de tributar, desaparecerían dando lugar a una nueva economía en la que todo sería visible ante los ojos del Estado. El fin de la corrupción política, por otro lado, también se haría real. No cabría la posibilidad de malversaciones, estafas, sobornos o cualquier tipo de evasión fiscal. Ni la mayor multinacional del mundo podría mover un solo euro sin que este movimiento se viera reflejado. 

Este futuro no muy lejano traería consecuencias muy positivas como la erradicación en mayor medida del narcotráfico, la prostitución o el tráfico de armas; aunque no dejaría de conllevar aspectos negativos. Si bien es cierto que algo tan sencillo como comprar un artículo de segunda mano en un mercadillo de domingos forma parte de un delito de evasión de impuestos, en la práctica es algo normalizado y aceptado por la sociedad. De ninguna manera hay que fomentar ese conjunto de prácticas, pero son realmente útiles y necesarias para la economía de todos los países. El efectivo, que siempre ha formado parte de nuestra historia, no puede desaparecer. Y por más que la tecnología avance, la posibilidad de tener dinero real en mano siempre será la alternativa preferida de millones de personas que; ya sea por desconfianza a los bancos o una preferencia por el efectivo, prefieran tener todo o parte de su dinero en un billete que les permita pagar pequeños gastos sin necesidad de recurrir a su tarjeta de crédito o cuenta corriente. El efectivo es necesario para la economía, para la juventud, para las clases altas, medias y en especial para las bajas. Es por ello por lo que, a largo plazo, podríamos imaginarnos un futuro con este. Pero de existir el efectivo en cien años, ¿seguiría siendo el mismo tipo de efectivo?

Como todo, debe modernizarse. Los últimos siglos sirvieron de transición para transformar las antiguas monedas acuñadas a mano y hechas de materiales como oro y plata en billetes como los actuales, de mayor valor y con una tecnología que permite protegerles de fraudes e imitaciones. Echando la vista a los próximos cien años, podemos deducir que el de existir el efectivo no mantendrá la misma forma. Monedas sucias y pesadas, billetes frágiles y muy variados que cargan los monederos y son difíciles de almacenar, al menos más que una simple tarjeta de crédito. Por todo lo anterior, el efectivo debe modernizarse. No extinguirse, pero sí evolucionar. 

‘White Cash’ o ‘Efectivo Blanco’ es una modernización del dinero en efectivo, una opción tanto complementaria como sustitutiva de este. El ‘efectivo blanco’ podrá realizar las mismas funciones que el efectivo corriente, aunque de una manera más rápida y cómoda. Se emitirá un único tipo de billete ‘blanco’, fabricado con un material muy resistente y duradero. Cada billete será único e infalsificable. Los billetes se diferenciarán porque cada uno contendrá un código, fácilmente escaneable por el lector de un teléfono móvil o cualquier dispositivo electrónico, y este código irá asociado a un depósito bancario a modo de ‘cuenta’. Los billetes no contendrán más información que esta, un código que los vincule a un depósito de dinero. Cualquier persona podrá escanear su billete a través de una aplicación y ver el saldo que este tiene. Mediante la aplicación móvil o el programa informático correspondiente en otros dispositivos, se podrá ingresar a través de una cuenta corriente común dinero al billete. Al transferir dinero al billete, el dinero transferido se almacenará en la cuenta asociada a este billete según su código. De esta manera, un sujeto podría coger el billete, escanearlo y transferir 20 euros de su cuenta al billete. En este momento el billete valdría 20 euros. El siguiente paso vendría cuando otro sujeto escanee el billete momentos más tarde. Usando la aplicación escanearía el billete y vería el saldo reflejado (20 euros). Es entonces cuando se le ofrecería la posibilidad, como a la primera persona, de ingresar más dinero; o de extraerlo. Tomando la segunda opción, la persona en cuestión podría sustraer esos 20 euros del billete y que le fueran transferidos a su cuenta instantáneamente, sin necesidad de contraseñas ni pin. De esta manera, el billete ‘blanco’ actuaría de la misma manera que lo hace el efectivo. 

Poniendo un ejemplo casero, imaginemos que una señora decide bajar al establecimiento de alimentación más cercano a su casa para comprar leche y huevos. Supongamos que no dispone de monedas ni billetes (efectivo convencional) y decide usar efectivo ‘blanco’. Antes de bajar, la señora cogería el billete ‘blanco’, lo escanearía con la cámara del móvil (como si de un QR o código de barras se tratara) e ingresaría 10 euros de su cuenta corriente en el billete. Bajaría únicamente al establecimiento con este billete, cogería la leche y los huevos y se dispondría a pagar con normalidad. El dependiente del comercio le dará a escoger entre efectivo o tarjeta (si acepta pagos con tarjeta) y le mostrará una cuenta de 9,49 euros. En ese momento, la señora le extendería el billete ‘blanco’ que previamente había cargado con 10 euros. El dependiente apuntará al billete con su móvil y a través de la aplicación verá el saldo del billete. Escogerá extraer tan solo 9,49 euros del total y mandará la orden de que sean ingresados en su cuenta. Finalmente, el pago se habría efectuado con normalidad. El billete ‘blanco’ retornaría a la señora con el saldo de 0,51 euros y esta recibiría su compra. 

Ya que el billete blanco no contiene datos personales ni de ninguna entidad, pequeñas transacciones como esta funcionarían de forma análoga al efectivo. Al principio, en el momento en el que la señora deposita 10 euros de su cuenta corriente en el billete, estos se traspasarían de la misma manera en la que sacamos dinero de un cajero. La transacción se vería reflejada, solo que en vez de sacar dinero ‘físico’ en un cajero, damos valor a un billete. Al igual que el efectivo, el billete blanco no tiene datos, tan solo ‘valor’. Mientras que un billete convencional tiene un único valor asociado, el valor del billete blanco dependerá de la cantidad que se haya depositado en este. A la hora de pagar, cuando la señora extiende el billete y el dependiente lo lee con su dispositivo electrónico, la transacción también se produce como un pago en efectivo común. El dinero es ingresado en la cuenta de el dependiente, quedando reflejado con normalidad como el resto de pagos. 

Según la legislación de cada país, cada billete tendrá una saldo máximo. En España, el mayor billete existente vale quinientos euros y en Estados Unidos cien dólares. El billete blanco, por tanto, solo podrá acumular quinientos euros en España y cien en Estados Unidos. 

A diferencia de las tarjetas de crédito o monederos electrónicos, cualquiera podrá extraer dinero de los billetes blancos. Tomando otra analogía simple, si tirásemos nuestra tarjeta de crédito en plena Gran Vía de Madrid, nadie podría efectuar compras con ella si no conoce nuestro pin. De adivinarlo, todos sus pagos quedarían reflejados, puesto que la tarjeta tiene mis datos y tarde o temprano advertiría de la pérdida de mi tarjeta. De perder un billete blanco en medio de Gran Vía, cualquier persona podría leer el billete con su móvil e ingresar el dinero en su cuenta. Tal y como si en vez de perder un billete blanco, perdiera billetes convencionales de efectivo. Los billetes no pertenecerían a nadie, tal y como el efectivo, y todas las personas podrían utilizarlos. Un único billete blanco sustituiría de manera más cómoda y práctica a todas las monedas y billetes que una persona promedio pueda llevar en sus bolsillos. Un único billete que pueda valer un céntimo o cincuenta euros.

Planteando una escala internacional, este billete podría ser utilizado por cualquier país, y a través de estos. Si un español viaja a américa, podrá pagar en un establecimiento con el dinero blanco, ya que cuando el encargado lea su billete aplicará el tipo de cambio correspondiente y el pago se efectuará con normalidad. No más cajeros, ni necesidad de cambiar de billetes al viajar a otros países.

No se aplicarán comisiones en los movimientos de dinero generados con el billete blanco, puesto que tampoco lo hace el efectivo convencional. Tan solo sería necesaria la aplicación y el billete para poder realizar todo tipo de pagos en efectivo. Sin sacar dinero ni pagar con tarjeta. Sin monedas ni billetes corrientes, de una manera más rápida y cómoda. Con un único billete ultra resistente que si se desea podrá ser conservado toda la vida.



Para poner en práctica este modelo, tan solo sería necesaria una aplicación móvil o programa informático para todos los dispositivos digitales y un gigantesco depósito ‘bancario’ digital. La aplicación, muy sencilla, permitirá a los usuarios escanear billetes y ver el saldo de estos en pantalla. Se les ofrecerá únicamente dos alternativas: ingresar dinero en el billete o extraerlo del mismo. Para ello, la aplicación deberá ir asociada al macro fondo ‘bancario’ (ya que podría no ser parte de un banco, aunque actuar como tal). Este fondo bancario actuará como un saco gigante en forma de círculo. Cada porción triangular de este círculo será un billete. Cada billete estará vinculado con una de estas porciones, en las que en el caso de España se podrán acumular hasta 500 euros. Si se emiten 100 billetes blancos, el ‘saco’ deberá poder contener (100x500) 50.000 euros. Cada billete estará relacionado con una única parte de este enorme fondo, que actuará como plataforma para todo el capital. El dinero simplemente entrará y saldrá de este depósito sin que nadie, salvo quienes usan el billete blanco, pueda manipularlo. A mayor número de billetes emitidos, más grande se hará este saco, y más cantidad de dinero podrá albergar. Cada billete deberá estar altamente cifrado, y la vinculación con el depósito ser fuerte y segura como lo son las cuentas corrientes actuales.

La empresa ‘Efectivo Blanco’ podrá constituirse como privada, aunque precisamente por su gran requisito al necesitar una gran plataforma para almacenar el dinero, se desarrollará mejor de forma pública. Si el Estado de cualquier país decidiera apostar por la entrada de este nuevo efectivo y fomentar su uso, en la práctica el efectivo blanco llegaría rápidamente a toda la sociedad. Las personas podrán o no utilizarlo, pero el Estado lo promocionará como una alternativa moderna al efectivo. Porque tarde o temprano, el efectivo deberá modernizarse. Quizá sea dentro de muchos años, pero no me cabe duda que este cambio se hará real. Es el momento de empezar


Fernando Carrillo Martínez
Madrid, a 2 de febrero de 2020.

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